Historia: Una pequeña leyenda

martes, 7 de junio de 2016

Había una vez una leyenda, tan antigua como la vida misma, que se creó a partir de los susurros de las hojas de los árboles. Esa leyenda estaba escondida, entre las estrellas del firmamento, esperando que algún día fuera más que un simple deseo. 

Pasaba sus días mirando a los humanos, preguntándose que hacían, ¿por que no bailaban?¿Por qué no cantaban?¿Por qué no jugaban? 

Tan curiosa era que un día decidió bajar a la Tierra, a pesar de que sabía que era peligroso. Pero es que ella sabía que nunca podría ser más que una simple leyenda, olvidada ya en las ruinas de la memoria de todos los que abajo residían. Estaba decidida a buscar algo que llevar con ella. 

Al principio, cuando puso un pie en el suelo sintió la energía la invadía, una fuerza invisible e indestructible. Mucho más fuerte que ella. Pasado un tiempo decidió empezar a caminar, pero se quedó sorprendida, viendo en cada esquina por la que pasaba un alma rota, triste, olvidada. Almas que no vivían, solo caminaban. 

Así pasaron los días, así pasaron los años, y la leyenda seguía sin encontrar nada que valiera la pena conservar, que la acompañara de vuelta a casa. Buscando y buscando, se olvidó de su propia existencia, y su ligero cuerpo no se podía mantener en pie, de pronto esa curiosidad que la hacía única en el mundo, se empezó a desvanecer. Cuando se dio cuenta ya era tarde, y tan triste estaba que decidió ser una de esas almas, y morir. Pensó, ¿para qué vivir, si no tengo nada que querer?¿Para qué volver a casa, si no es hogar?¿Para qué si no encuentro un por qué?


Sorprendida un día levantó la cabeza y vio a dos almas bailando sobre la arena. Tan felices eran que parecían estrellas, pues su sola presencia podía eclipsar al Sol. La leyenda las miró, y se dio cuenta de que eso era a lo que llamaban amor. 

Y de pronto todo cobró sentido. Lo que había parecido Gris en realidad estaba lleno de color. Cada esquina, cada ventana... estaba iluminada. Y poco a poco todas las almas empezaron a bailar a un mismo compás, mientras la leyenda volvía a su lugar. Pero no volvió sola, se llevó consigo lo más importante que tienen los humanos, algo que nadie puede comprar: el recuerdo del amor, de alegría y paz. Un recuerdo que guardaría como un tesoro, para que en los momentos de desespero y angustia, ella volviera a visitar la Tierra y les recordaría a todos como bailar para acabar con las penas.

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